Rómulo Bustos Aguirre

1954

Nacido en Santa Catalina de Alejandría, una aldea a medio centenar de kilómetros al nordeste de Cartagena, Rómulo Bustos Aguirre [1954], el hijo del bibliotecario, es uno de los vates  más  celebrados por la élite cultural, capitalina y provinciana, de la divine gauche conocida en Colombia como la social bacanería. Sus numerosos epigramas poblados de animales y seres exánimes, ballenas, cangrejos, garcetas, hormigas, manta rayas, Maria mulatas, moscas, mulos, paco-pacos, vacas, ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines, serafines, etc., sin alcanzar nunca los zoológicos y botánicas del minimalista caucano Horacio Benavides, ha recibido el premio nacional de Colcultura en 1993, Luís Carlos López en 1994 y Blas de Otero en 2009, al tanto que  ha sido recogida en varias ediciones universitarias y oficiales, a pesar de sus títulos un tanto enigmáticos: La estación de la sed [1998], Palabra que golpea un color imaginario [1996], Lunación del amor [1990], El oscuro sello de Dios [1988], Oración del impuro [2004], De la dificultad de atrapar una mosca [2008] o Muerte y levitación de una ballena [2010], prologado por Juan Manuel Roca, para quien:

“Lo que más seduce de la poesía de RBA es la manera sabia como imagina y piensa a la vez, como construye de manera racional sus raptos de fuga del mundo cotidiano para crear una verdad estética, una verdad comprobable en el reino del todo puede ser y ocurrir en un mundo real y alucinado.”

No se sabe por qué motivos, Sebastián de Eslava, virrey de la Nueva Granada, puso el nombre  al municipio donde nació el poeta, cuando por decreto ordenó poblarla y levantar una Iglesia, Cementerio, Sacristía, Casa Cural, Plaza y Cárcel. Lo cierto es que Catalina de Alejandría tiene poco que ver con este territorio explotado y colonizado por uno de los más sanguinarios conquistadores españoles, Pedro de Heredia, en compañía y con la ayuda de la India Catalina, una malinche colombiana.

Catalina,  mártir cristiana del siglo sexto, nació hacia 290 en la ciudad egipcia donde vivió Kavafis. Fue conocida desde joven por su gran inteligencia y luego de una visión de Cristo decidió consagrar su vida al señor, auto considerándose su prometida. Un día que Majencio fue a presidir una fiesta, ordenó hacer sacrificios a los dioses y Catalina le exhortó para que conociera al verdadero Dios invitando al emperador a debatir con ella el asunto. Catalina convenció a los sabios que participaron en la discusión provocando la ira del emperador que les hizo ejecutar, proponiendo a Catalina casar con uno de ellos para salvarle, a lo cual se negó. Fue entonces flagelada y encerrada pero era tanta la admiración que hasta la emperatriz fue a visitarla, y un alto oficial, Porfirio, terminó convertido junto a doscientos de sus hombres. Majencio ordenó torturarla con una maquina de ruedas guarnecidas con afilados cuchillos pero las ruedas se rompieron al tocar su cuerpo saliendo ilesa. La emperatriz de nuevo intercedió por ella pero fue decapitada junto a Porfirio y sus hombres.

Protectora de jóvenes casaderas y cuantos se relacionan por su oficio con las ruedas: carreteros, molineros, traperos, hilanderas, etc., es patrona de Turbaco y en su honor se celebran las atroces fiestas de corralejas de fin de año, igual que en Chibolo y Ovejas.

A los nueve años y cuando la aldea no tenía mas de unos mil habitantes, el poeta, sus trece hermanos y su madre Blanca Aguirre se mudaron al callejón Berlín al sur de Cartagena, cuando la ciudad colonial vivía adormecida bajo el influjo de los obispos católicos y sus murallas se pudrían al son de los sonetos de Luís Carlos López, el poeta mas famoso de la ciudad antes que Gómez Jattin asolara cantinas y plazas con su miseria y desparpajo.  

Desde la Colonia, Cartagena de [negros] decía Jorge Child, no ha dejado de estar cercada, apetecida y despojada. Dieciocho ataques de corsarios registra la historia, pero son incontables los perpetrados por una camarilla que persiste en saquear sus presupuestos y patrimonio, sin aliviar los desastres naturales, las muertes y la ignorancia de miles de gentes de color que cada año ven desfilar ante sus ojos atónitos reinas de belleza, músicos de renombre, reyes de la farándula, y millares de afamadas prostitutas y prostitutos que dan lustre con su carne a su pasarela. Cartagena tiene más de un millón de habitantes, un 75% de ellos en la pobreza y otro 45% en la miseria absoluta, donde el 20% de las familias ricas se queda con más del 51% del ingreso y una tasa anual de desplazados del orden los 5.800 desde 1999. Quienes creen que el turismo genera capital no saben que este comercio apenas crea un 10% del empleo total y contribuye con un 3% del producto local. El metro cuadrado de vivienda en la parte antigua vale unos 3000 dólares, pero un ayudante de construcción gana un jornal de unos 6 que después de restar transporte y alimentación terminan en 2.5. Cartagena es asiento de eventos como el Hay Festival, Internacional de Cine, Campeonato de Vela, Reinado de Belleza, Internacional de Música, Jazz bajo la lluvia y sede alterna permanente del Gobierno de Colombia, cuyo presidente pasa a menudo fines de semana en la preciosa casa de huéspedes diseñada por Rogelio Salmona, que también construyera la mansión de Gabriel García Márquez.

Esa es a grandes rasgos la ciudad donde ha vivido el poeta desde los años setentas, cuando ingresó a la Universidad de Cartagena para estudiar derecho y tuvo la fortuna de encontrarse en sus aulas con Alfonso Múnera, otro abogado que terminaría controlándolo todo en materia cultural en la ciudad, junto al poeta  Jorge García Usta, unidos en un momento de sus vidas por su fascinación por las tesis filosóficas del presidente Mao Zedong[1] y un programa de radio que emitían los domingos testimoniando su afecto por la poesía de Mario Benedetti y la música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Facundo Cabral, como ha recordado Eva Duran. Munera ha sido durante años embajador de Colombia en diversos eventos y países y su amistad con Roberto Burgos Cantor, David Jiménez Panesso, Santiago Mutis y Guillermo Alberto Arévalo, quien postuló la inverosímil tesis de revolucionario de izquierda a la poesía de Luís Carlos López, ha contribuido eficazmente a promocionar la de Bustos Aguirre.

 

En las noches era común la tertulia en el Camellón de los Mártires, recuerda el doctor Múnera[2],  con los grandes amigos. El Centro todavía nos pertenecía. Todavía nuestra presencia en él no resultaba enojosa a nadie. Era natural que estuviéramos allí, porque era nuestro. Así de sencillo. Pero en los últimos años Cartagena ha pasado por una de sus transformaciones, quizás la más profunda desde hace quinientos años. La ciudad creció desmesurada y desordenadamente, en medio de la corrupción más grande de su clase política y de la ausencia casi total de autoridad. Así comenzaron a crecer a velocidades alucinantes los barrios de miseria, la ciudad de las afueras, al tiempo que un enjambre de personas del interior de la república llegaban a los viejos edificios del Centro a ofrecer cantidades exorbitantes de dinero por los apartamentos sencillos, que de la noche a la mañana, se transformaban en espacios lujosos, al estilo de Miami”.

Según ha confesado, Bustos Aguirre leyó con fervor en Guillermo Valencia, Aurelio Arturo, Giovanni Quessep y Raúl Gómez Jattin, de quienes hay huellas evidentes en sus primeros libros [El oscuro sello de Dios (1988); Lunación de amor (1990); En el traspatio del cielo (1993)], antes que las canciones de Rafael Escalona interpretadas por Carlos Vives [Clásicos de la provincia, 1993] rasgaran el nudo gordiano que le ataba al silencio de la danza mientras escuchaba los Pick Up´s altisonantes de su niñez [“Muchas veces lo vi leyendo a Camus o a Sartre en la penumbra de los Pick Up´s, e incluso tomaba notas…”][3] y le hacían creer en la existencia de los ángeles del capitalismo, o la de Dios, luego de la muerte que le propinó Nietszche.

Músicas
¿Has visto alguna vez esas parejas de bailarines extáticos
suspendidos en la música fuerte que emerge de los pick-ups de barriada
tan juntos y como clavados unos en otros que parece
que se estuvieran amando de pie?
 
Cada cual gira en su propia órbita planetaria
Cada uno cree que el otro gira en la suya
Y así cada uno imagina ser el centro de sí mismo y del otro
 
En esos instantes los amantes
Ignoran la ley de la libre caída de los cuerpos
 
Si el uno fuera el solo centro del otro, todo el otro
caería sobre el uno y en el desaparecería
Si el otro fuera el solo centro del uno, todo el uno
caería sobre el otro y en él desaparecería
 
Sin embargo, no sucede así
Porque el centro no está en ninguno de ellos
No es menos falso que cada uno sea su propio centro
 
El centro está en otra parte
Los verdaderos amantes son los que han sabido entender esto
 
Y sobre todo
que la música que los sostiene
también proviene de esa otra parte.

Un extrañamiento vivido desde los días de su niñez en Santa Catalina de Alejandría distinguiendo los árboles frutales del patio de su casa u observando los insectos o siguiendo el vuelo de las aves. Ahora, remontando los cuarenta años, ahíto quizás de la docencia y releyendo a Jorge Luís Borges encontraría la medula de su lenguaje, el ritmo de su poesía, contrariando la moda y la impostura que aupaba, desde prensa, radios y auditorios, el predominio de la imagen sobre la imaginación o el pensamiento. Un buen ejemplo de ese derrumbe del encanto del mundo es el poema homónimo del libro de 1998, escrito quizás en esos dos últimos años del gobierno espurio de Ernesto Samper Pizano, cuando las FARC lograron la mas grande ofensiva contra el estado, atacando Pueres, Las Delicias, La Carpa, San Juanito, Arauquita, San Juan de Arama, Patascoy, El Billar, Miraflores, La Uribe, Tamborales de Mutatá, Pavarandó, Mitú, etc…

La estación de la sed
    Verlos labrar sus rozas de agua
    Como inclinados sobre sí mismos
    Buscan la blancura escondida
    en la sed
    la flor salada de su desierto
 
    Hemos dado marcha atrás al vehículo
    en varias ocasiones
    Para ensayar otros extravíos del viento
    Pulowi, el de los mil rostros
    abre y cierra los caminos
    como si jugara con las líneas
    de su mano
 
    —¿Qué es aquello? —indago
    Señalando un ave enigmática que vuela
    hacia el este
    —Burros. Burros grises
    dice el guía mirando hacia el oeste
 
    Súbitos puentes sin ríos que parecen
    ahogarse en el polvo
    asaltan la visión
    Astucias del paisaje
    Para preguntar al caminante si existe
    el agua
 
    —«la piachi» —me dicen al parar
    en una ranchería
    Una vieja envuelta en una manta
    que masca alguna hierba y escupe con frecuencia
    alrededor
 
    En la piel cuarteada de su rostro
    están escritos todos los secretos de la enfermedad
    y de las cuatro puertas del cielo
    Durante el resto de la jornada no he podido
    cerrar en la memoria
    esa página que no se abrió para mí
 
    No alcanzamos a ver los flamencos rosados
    De cuando en cuando indígenas en bicicletas
    cruzaban el desierto
    perdiéndose entre los trupillos
    como una alucinación
 
    Dos o tres nubes
    engañosas señales de humo de una lluvia olvidada
 
    En algún momento —anuncia el guía—
    el desierto dejaría de ser tierra
    para convertirse en agua
    Allá al final del camino
    estaría intacto el resplandor de Palaa
    su misterio
    Exactamente como al principio
 
    el árido corazón del cactus
    es también el árbol de sombra
    de la casa

Los extravíos temáticos de los libros de Bustos Aguirre han propiciado severos desquiciamientos interpretativos, dignos de una biblioteca del disparate, como esa pieza de antología que puso Roberto Burgos Cantor a Oración del impuro, una recopilación promovida por Piedad Bonet y ejecutada por Catalina González Restrepo con la supervisión de su marido el químico farmaceuta Juan Felipe Robledo, donde al referirse a El oscuro sello de Dios, recita esta perla:

 

“La verdad es que un libro con esa dimensión del abismo, con tantas conjeturas nacidas de la zona que se habita por una sola vez y desde la cual la voz no repite su reclamo, requería una persistencia que llevara, lo que allí se decía, más allá de la primera pataleta y la orinada impertinente.”

Como se ha dicho, desde En el traspatio del cielo hay un desplazamiento de la metafísica hacia la vida cotidiana, retomando la flora o la fauna de sus recuerdos con un tono nostálgico evidente y reflexivo que se irá cargando de venenos hasta llegar a la apoteosis de Sacrificial, un diálogo siniestro entre un carnicero y su cliente que resulta o una transmutación de Abraham y su hijo Jacob, o una reflexión sobre el oficio del poeta sin que medie distinción entre trozar la carne de una res y componer un poema. En este libro que toma el titulo de este poema Bustos Aguirre aludiendo a De caelo et ejus mirabilibus et de inferno, ex auditis et visis de Enmanuel Swedenborg y al arcángel de la anunciación de Maria se burla de si y sus poemas de juventud y lo más mordaz, hace guasa de sus exegetas[4], que como Burgos Cantor le han tomado por mago o sacerdote del ocultismo. En Sacrificiales la lascivia perturba la visión hagiográfica de una estampa sagrada, una burla para emplazar la adversidad.


 

[1] Como se sabe la Moir tiene como base ideológica el marxismo leninismo pensamiento Mao Zedong y fue creada a partir del fraccionamiento del Moec por Pacho Mosquera. La Moir logró importantes espacios en las universidades privadas y llegó casi que a controlar la Universidad de los Andes y la Pedagógica en los años setentas y fueron uno de los factores del triunfo de las huelgas generales contra López Michelsen el año setenta y cuatro. Bustos publicó en el número tres de la revista En tono menor una nota y un poema en honor a Mao Zedong, reproducidos en las páginas 114-115 del número 15 de los Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica, Barranquilla, 2012:

En la muerte de Mao Zedong

Los obreros de Tailén construyeron un nuevo muelle
      para buques petroleros de gran calado.
      El Distrito de Jun de la provincia de Junán
      ha transformado las montañas áridas
      en terrazas de buen suelo.
      Brisas de trigo en los campos
      Bajo los encajes del cerezo
      cada niño amarillo lleva una sonrisa
      Hará una veintena de años
      el otoño recogió las últimas hojas secas
      y olvidó la antigua ruta.
      Viejo Tonto de las montañas del norte
      Hoy Tien An Men respira su aire de plaza.
      En su cielo, las nubes como pañuelos movedizos.
      Te despiden los niños hermosos de China.
      Los guardias Rojos, los Camaradas Soldados
      Los obreros de Shangai, Tietsin, Pekín
      Los campesinos en cuyas manos crecen espigas gordas.
      Adiós, Camarada
      Desde los portales de Nuestra Gran Marcha
      Nuestras manos también como pañuelos
      Como nubes de Tien An Men.

Rómulo Bustos Aguirre

Cartagena de Indias, 9 de septiembre de 1976.

[2] Érase una vez el centro, en El Universal, Cartagena, 9 de septiembre de 2009.

[3] Jorge Caraballo: La danza inmóvil del poeta, en De la urbe, 23 de febrero 2012.

[4]

El arcángel —como afirma Swedenborg— tiene cuatro rostros
y, por consiguiente, cuatro bocas
Cuando habla simultáneamente con sus cuatro bocas
puedo no entenderlo
y los poemas salen contrahechos y ripiosos como este

[El amanuense]

Harold Alvarado Tenorio