Juan Carlos Cardozo

1960-1997

Al río grande de La Magdalena

Por ese río de magnesio cocido por el sol
que un hombre detenido
(los pies en la agrietada rivera)
mira pasar como una vieja sombra

Por ese río que desemboca como arteria herida
de animal enfermo
(Terrible en bocas de ceniza
las aguas al lomo del animal renegrido por el sol
iridiscentes
luchando contra el Mar)

Por ese río de riveras de insomnio contra la corriente
el vástago del plátano arrasado
baja por las aguas
fastuoso como la insolación del ahogado

Tal vez por ese río de cal ha visto pasar
El tiempo
Espejo ahumado del país

Por ese Magdalena que vive a solas su destino
como una puta vieja
Por ese río de azogue regresarán
los sueños con sus pies de barro

Sueños vertiginosos como una creciente
a media noche

El sueño de un hombre con su antigua máscara
remontando la corriente
en su renovado caudal.

 

Amfisbaena macho

                                                                                 
En un vaso ceremonial
del Valle de Altai
está la Amfisbaena
como el símbolo y el desasosiego
de un jovenpoeta, que, imprudente,
no supo ofrendar como se debía
al bello y arrogante tirano de Siracusa.
Puede verse trabajada en el vaso
una serpiente de dos cabezas
con algo del cuerpo y las patas de un pájaro;
y en profundidad,
la ansiedad transfigurada
en el delicado grabado que conserva
la forma de la insolencia
de quien sabe que sus palabras
atarán su lengua
o llevarán a sus labios la copa emponzoñada.

El poeta
sin embargo
se sostuvo en la alta noche
como hoy se conserva el animal en el grabado.

Las dos cabezas de la amfisbaena alada
se entreveran buscando un centro excéntrico,
una postura antigua,
con un movimiento de desesperación
y furia tal que cada una
se atraviesa los colmillos
buscando los extremos y el sinfín.
Aunque como es sabido por Diotima
desde aquel día
en el valle de Altai,
la serpiente viva proporciona protección durante el embarazo,
y su sangre el vigor que requieren los jóvenes enamorados y díscolos.

 

Canto a Propercio

Estos ojos vidriosos
han vuelto a la quietud
del silencio y la oscuridad de la noche
fríos y mordidos de fiebre
como una imagen encallada en el espejo de las aguas

han vuelto al río
para besar una vez más sus aguas turbias
amarilleando como una gran estela de mierda.

Mirar el río
de inmundicias
bañar mi rostro contra su luna impura
regocijándome
mirar este río inmenso, desmadrado y triste
que ha devorado mi pueblo.

La refrescante brisa alienta la tormenta.

Ay de los nocturnos, son sombras
empañadas de soberbia: sus ojos inflamados de una
espesa sangre oscura ven menos que Tiresias…
pero sentencian más que el viejo brujo.

Ay de los malditos, emparentados con
las bestias, ay de los poetas van y vienen del infierno
con demasiada familiaridad.

Su empalagosa voz chilla sin remedio.
Visiones que pugnan por disolverse en el tiempo,
desatar la lengua y perecer,
ciegos definitivamente en la radiante luz negra
de su espantoso canto:
El infame día de un hombre nuevo.
En este incesante juego de luz y sombras vivimos
épocas de escarnio:

Este es el canto a Propercio.

Versos al poder, versos para el nuevo poder
los tics de figuras emblemáticas que cantan la gloria de
impávidos guerreros o algún buen rey y sus manejos,
espantapájaros que nunca muestran sus ojos a los cuervos:
“siempre hubo poetas en los castillos, más precisamente
en las cortes, al lado de los poderosos.

Poetas ascendiendo la milenaria
burocracia imperial china (con uñas largas y retorcidas,
para indicar que no realizaban trabajos manuales)”.

Allí nada más ajeno a la poesía, Propercio
si ésta persiste titilando incandescente en los ojos de un siervo
cansado de cantar como quien se dirige al matadero
la poesía encuentra su día como si preparar un crimen;
La noche en que muere un brujo,
con una bella estrofa entre sus labios.