Mito

1950 - 1960

El 9 de Abril de 1949, frente al Gato Negro, cerca de la esquina mas concurrida de Bogotá, un desconocido, que luego resultó ser según los informes de la policía un tal Roa Sierra, mató de varios disparos de revolver a Jorge Eliécer Gaitán, el líder político liberal mas famoso de Colombia después del General Rafael Uribe Uribe, que también había caído asesinado a golpes de hacha hacia ciertamente treinta años. Con su muerte se partía en dos la historia de la nación en el siglo XX.

“La violencia arreció en los campos –dice García Márquez en sus memorias- y la gente huyó a las ciudades, pero la censura obligaba a la prensa a escribir de través. Sin embargo, era del dominio público que los liberales acosados habían armado guerrillas en distintos sitios del país. […] En efecto, el grupo más importante de dirigentes liberales, desesperados por la violencia oficial, se había puesto de acuerdo con militares demócratas del más alto rango para poner término a la matanza desatada en todo el país por el régimen conservador, dispuesto a quedarse en el poder a cualquier precio. La mayoría de ellos había participado en las gestiones del 9 de Abril para lograr la paz mediante el acuerdo que hicieron con el presidente Ospina Pérez, y apenas veinte meses después se daban cuenta demasiado tarde de que habían sido víctimas de un engaño colosal”.

Ese engaño colosal costó a los colombianos 300 mil muertos mal contados. La más implacable sevicia contra los cuerpos de los opositores se empleó entonces, creando los antecedentes de las masacres con sierras eléctricas que se emplearían sin cesar durante los años finales del siglo por parte de los llamados paramilitares. Como ha recordado Carlos Uribe Celis en algunos de sus libros, es mejor no olvidar esos hechos concretos, que se repiten y redundan en los testimonios de la historia, y que hicieron, en su momento, parte de los que recogieron en la revista Mito. A Agapito Gaitán, en Vega del Pauto, por ejemplo, lo crucificaron con clavos en una tabla y lo dejaron al sol hasta que alguien tuvo piedad de él y le atravesó los ojos con unos puntillones hasta que murió; a Ramón Cachai en Nunchía, le cortaron las plantas de los pies y lo obligaron a caminar sobre sal; a otro campesino, lo colgaron de una viga y lo fueron mutilando dedo a dedo, mano a mano, brazo a brazo y así hasta que solo quedó su cuello que luego ahorcaron; a una mujer preñada le abrieron el vientre, le sacaron el feto y en su lugar le metieron un gallo vivo, o aquellos campesinos que obligaron a comerse sus propias narices y orejas, etc., etc.

Luego de casi cuatro décadas de luchas y expectativas los intelectuales progresistas, los obreros y los campesinos que habían participado desde el fin de la hegemonía conservadora de los años treintas en las luchas populares, encontraron un futuro imposible. Las fuerzas mas reaccionarias, los esquiroles y los oportunistas hicieron de las suyas dejando no sólo sin vida a cientos de miles de compatriotas, sino negando toda posibilidad de acceso al poder a todo una generación, la que luego conoceríamos como Generación de Mito. Una generación que incluye, entre sus figuras mas sobresalientes a Alfonso Fuenmayor, Alfonso Hansen Villamizar, Álvaro Cepeda Zamudio, Álvaro Mutis, Álvaro Uribe Rueda, Andrés Holguín, Bernardo Romero Lozano, Camilo Torres Restrepo, Cecilia Porras, Daniel Arango, Danilo Cruz Vélez, Darío Mesa, Darío Ruiz Gómez, Diego Montaña Cuellar, Eduardo Cote Lamus, Eduardo Mendoza Varela, Eduardo Ramírez Villamizar, Enrique Buenaventura, Enrique Grau, Ernesto Volkening, Feliza Burztin, Fernando Arbeláez, Fernando Botero, Fernando Charry Lara, Fernando Gómez Agudelo, Francisco Norden, Francisco Posada Díaz, Gabriel García Márquez, Gerardo Molina, Germán Guzmán Campos, Germán Vargas, Gonzalo Mallarino, Guillermo Angulo, Guillermo Payán Archer, Héctor Rojas Herazo, Helcías Martán, Helena Irriarte, Hernán Díaz, Hernán Vieco, Hernando Téllez,  Hernando Valencia Goelkel, Hernando Salcedo Silva, Indalecio Liévano Aguirre, Jaime Mejia Duque, Jorge Child, Jorge Eliécer Ruiz, José Francisco Socarrás, Leopoldo Villar Borda, Luís Antonio Escobar, Luís Enrique Sendoya, Luís Villar Borda,  Manuel Mejía Vallejo, Manuel Zapata Olivella, Mario Latorre Rueda, Marta Traba,  Mónica Silva, Natanael Díaz, Nicolás Buenaventura, Olga Chams Eljach,  Orlando Fals Borda, Pedro Gómez Valderrama, Plinio Apuleyo Mendoza, Rafael Escalona, Rafael Gutiérrez Girardot, Ramiro de la Espriella, Ramón Pérez Mantilla, Rogelio Salmona, Santiago García, Uriel Ospina, etc

Expresión de las ideas, gustos, fobias y anhelos de esa nómina, de una y muchas maneras, fue Mito, la revista que Jorge Gaitán Durán fundó a su regreso de Europa, luego de varios años de “exilio” voluntario, tras su participación en la toma de la Emisora Nacional junto a Jorge Zalamea durante los motines y levantamientos del 9 de Abril. Una revista que como Laye, en España, mas que cuestionar directamente los hechos políticos, sociales y culturales de su tiempo, mostró a los colombianos que había otros mundos y otras maneras de entender la realidad, mas allá de la barbarie e ignorancia que les rodeaba por todas partes, desde el poder y desde el fondo de la miseria de miles de compatriotas. En Mito publicaron, entre muchos otros,  Borges, Paz, Carpentier, Cortázar, Brech, Luckács, Baran, Cernuda, Durrell, Navokov, Caballero Bonald, Genet, Sartre, Camus, Robbe-Grillet, Simon, Sarraute, Miller, Heidegger, Lefebvre y se trataron todos los temas que interesaban a la juventud como el cinematógrafo, el sexo y las drogas, revelando los hilos que manipulaban la provincial cultural colombiana, mostrando sus deformaciones y vínculos con los sectores mas retardatarios de la iglesia y la clerecía y los partidos políticos. Como certeramente ha escrito J.G. Cobo Borda:

“En un país que la ignoraba, Mito, en los años finales de la década de los cincuenta, fue la vanguardia, no por ser un ismo sino por intentar estar al día. Fue también en cierto modo, el punto de partida hacia otra cultura, no servil ni elocuente. Podrían venir luego aventuras más radicales, pero esto no sucedió así, al menos entre nosotros. Su último número, dedicado al nadaísmo, muestras hasta qué punto la apertura que iniciaron era consecuente: el nadaísmo fue, por cierto, la negación de todo lo que Mito había hecho o, mejor aún, su prolongación y contradicción a partir de su vertiente mas deletérea: el escándalo y la provocación.” 06.11.09

Harold Alvarado Tenorio

Bibliografía